Empecé latiendo fuerte. Sabiendo que andabas ahí. Qué preguntabas por mí.
Caminaba las veredas y los pasillos y los cordones latiendo fuerte, es todo lo que recuerdo de aquellos minutos de furia.
Después vinieron las miradas. De circunstancia, repentinas, cómplices y risueñas, y yo seguía latiendo más fuerte que nunca ahora, porque sabía que por momentos te hubiera dado mi corazón para que lo muerdas lo destroces lo destripes y te bañes en mi sangre para siempre, todo eso por una mirada tuya nada más.
(Pero dejá que te diga algo en este punto. Y es que: pensá lo que significa para mí andar por la vida latiendo por alguien que no me ama. Si tuvieras un poco de sensibilidad, te darías cuenta de que cambiaste aquellos mis días para siempre.)
Sigo.
Después de las miradas llegó el tiempo de la reflexión. La razón se coló por entre mis latidos e hizo todo lo posible por aplacarlos. Los estrujó, pero mis latidos siempre fueron más fuertes que mi razón y sobrevivieron, desfallecientes emergieron una vez más cuando apareció tu carita socarrona.
Cataratas.
Siempre que soñaba con tus besos, se me volcaban cataratas de fuego. Luego despertaba y la luz fría de la mañana se llevaba todo, hasta el instante más celeste.
Después.
Pretendo inmortalizarte con esto, no vayas a creer.
Una vez caminé desde Caballito hasta Callao porque pensaba que estabas en todas las calles, como esas leyendas que se repiten en todos los cementerios del mundo, en las que un fantasma reaparece en las esquinas sucesivas e infinitas persiguiendo a algún transeúnte o conductor aterrorizado.
Pero yo no tenía miedo.
Te buscaba en las viejitas del té vespertino, en los judíos perla y manteca del sábado quieto y en la cubierta lujosa del Libro de los Pasajes de Benjamin.
Sólo que vos estabas sonriendo a los pies de tu cotidianeidad estúpida, tan mediocre, ella.
Llorar así.
Y a veces entonces lloro por vos que nunca fuiste, que te quise simplemente con todo lo que eso implica, no creas así no más, vos que nunca vas a saber, porque nunca te voy a decir, y porque nunca me vas a preguntar sobre aquellos días llamados adolescencia que ahora sepulto con montañas de rutina.
*Por NN
domingo, 11 de febrero de 2007
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9 comentarios:
ahhh buaahhh,snif snifbuuaaahhh snif ehh hhhh seis,muy duro(el chabon no era tan malo,tenele paciencia)
Es un poco cursi, pero tiene cierto encanto. La poesía está presente y eso siempre se agradece. Para mí es un 7
8.5
Ec
Este escrito tambien me transmite algo: Amor dentro de un envase un poco extraño para mi gusto pero conmovedor. Creo que quien lo escribio logró lo que se propuso.
Para mi es un 9
Pastorcita
Un poco trillado sí, no me reusltó tan provocador tal vez por eso. Pero aún así me gusta la estructura y tiene un tono interesante que por momentos asoma. 7
Perdón, anónimo del anterior = C
El tercero de la saga poética, triste y desesperado, me recordó algunas hijoputeces... de y hacia mi propia persona. También me parece muy bueno (salvo la parte de las viejitas que toman el té, ¿Cómo vas a buscar a quien le darías el corazón para que lo muerda y destroce, para que se bañe en tu sangre, entre esas viejas chotas?) pero solo por una cuestión subjetiva lo pongo por debajo de “4”.
Le doy un kilo y tres cuartos de pomelo (8).
El tercero de la saga poética, triste y desesperado, me recordó algunas hijoputeces... de y hacia mi propia persona. También me parece muy bueno (salvo la parte de las viejitas que toman el té, ¿Cómo vas a buscar a quien le darías el corazón para que lo muerda y destroce, para que se bañe en tu sangre, entre esas viejas chotas?) pero solo por una cuestión subjetiva lo pongo por debajo de “4”.
Le doy un kilo y tres cuartos de pomelo (8).
Esta es poesia hecha prosa... Con secuencia, casi es una narracion. Me gusto mucho... aunque en el final decae en la redaccion (muchas subordinadas). Solo por eso no es un 10.
Puntaje final: 9
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